top of page
  • Facebook
Buscar

La lectura de nombres propios en el aula.

Foto del escritor: Doctorado UPN ZacatecasDoctorado UPN Zacatecas

Por David Uriel Rodríguez Esquivel


Un café por la mañana, previo al inevitable amanecer, es algo que se vuelve habitual para algunos. Una actividad sistemática, constante. Algunos la podrán hacer cada lunes, pero otros quizá un día sí y otro no.


Desde la didáctica de la escritura y la lectura, las actividades habituales tienen un sentido un tanto más profundo, pues son aquellas que se reiteran de forma sistemática a lo largo de todo el año escolar.[1] Una de ellas, y a la que se refiere el presente texto, es la lectura de nombres propios[2]. Éstos, son referentes para las personas, pues permiten el autoreconocimiento de sí: yo soy éste, es algo que me pertenece. Además, es una de las palabras más conocidas por un niño por lo reiterado de escuchar el nombre propio, y resulta tan místico saber cómo se puede uno representar en algo tan abstracto que muchos adultos que rodean al niño pueden comprender, pero él todavía está en un proceso de construcción de ese conocimiento.


En la actividad que se comenta en este texto, una maestra propone la lectura de nombres propios a niños de cuatro años. En el grupo hay una biblioteca que han organizado (situación que también se comenta en el texto referenciado en el segundo pie de página), y ahora tienen un sistema de préstamo, por lo cual se vuelve necesario tener en lista a aquellos estudiantes que tienen algún material en esa condición.


Previo a comentar la situación concreta de lectura, con ella se busca que los niños aprendan a leer contrastando informaciones como la cantidad, orden y función de las letras, comparen con la información verbal disponible aportada por la docente. Es así que la maestra debe pensar en intervenciones que permitan a todos aprender, pues los niños han tenido diferentes acercamientos al sistema de escritura y por ello tienen conocimientos diferentes, sin embargo eso no debe representar ninguna dificultad, por el contrario, es una valiosa condición que puede (y debe) ser aprovechada.


La docente que pone en marcha la situación propone lo siguiente:

Primero que encuentren el nombre de “José” en un conjunto de dos nombres (José/Rodrigo). Enseguida plantea encontrar “María Libertad” entre tres posibilidades (María Libertad, Ana, Karen). Las tareas presentan posibilidades de aprendizaje en torno a aspectos cualitativos y cuantitativos del sistema de escritura, pues hay variedad de letras y de cantidades de ellas. La maestra ha pensado en que esas comparaciones serán una buena oportunidad de aprendizaje, pero para concretarlo plantea esa búsqueda en la práctica de registrar el nombre de los alumnos que se llevarán un libro en préstamo. La docente aporta información con respecto a qué nombres están escritos (sin señalar cuál es cuál).


La situación se narra en al texto al que se alude en el segundo pie de página, por lo cual hago la invitación para que quien se interese lo revise. ¿Qué argumentos darán los niños para elegir uno u otro nombre?, ¿podrán discutir estudiantes con diferentes conocimientos sobre el sistema de escritura?, y una de mis preguntas favoritas, ¿qué intervenciones hace la maestra durante la discusión? La lectura y el lector quedan invitados a descubrir el entramado que se presenta en ésta y otras situaciones de lectura y escritura.

[1] Kaufman, A. (2010) Leer y escribir: el día a día en las aulas. Aique. Buenos Aires. [2] Molinari, C., Castedo, M., Dapino, M., Lanz, G., y Paione, A. (2008) La lectura en la alfabetización inicial: Situaciones didácticas en el jardín y la escuela. Disponible en: http://www.memoria.fahce.unlp.edu.ar/libros/pm.758/pm.758.pdf


45 visualizaciones0 comentarios

Entradas recientes

Ver todo

Kommentare


© 2022 Diseñada por el Doctorado en Desarrollo Educativo con Énfasis en la Formación de Profesores - UPN Unidad Zacatecas

bottom of page